

En estos últimos años lloré por amores; mentí a mis padres; copié a mis compañeros en el exámen; me burlé del gordito del curso; tomé y me emborraché; me escapé; deambulé en la madrugada; dormí mientras profesores hablaban; detesté a personas que conozco; dije cosas ordinarias; me dejé humillar y humillé; tomé cosas sin permiso; reprobé pruebas sin que siquiera me importase; abracé, grité, reí, lloré, todo demasiado fuerte; muy pocas veces cumplí con las tareas. Todo sin que me importase causas y consecuencias. De verdad sin que me importase?
Yo me pregunto dónde quedó esa nena que seguía las reglas al pie de la letra, esa que nunca se dejaba afectar por su alrededor, ni influenciar por los demás. Cuyas amigas eran muñequitas que jamás harían algo incorrecto. Era de esas que lloraba cuando se olvidaba de llevar algún libro a la escuela. Yo, la que no pensaba dos, sino tres veces las cosas antes de hacerlas. Más fiel a sí misma que a ninguna otra cosa en el mundo. Tan responsable y aplicada en cada una de las cosas, como si de eso dependiera todo un Estado. Buena e inocente de pies a cabeza. Jamás un pensamiento incorrecto. Y mucho menos una acción.
Y ahora soy esta, engreída. No hago más que estupideces, cosas sin sentido.
Me doy lástima sabiendo que esa que era nunca aceptaría a la que soy; yo misma no me caería bien. Entré en la categoría de lo que tildaba como 'incorrecto'. Hago cosas que hasta en mis mayores ídolas de novela despreciaba.
Me pregunto si antes era una nena sin ideas de la vida; o si ese era mi verdadero yo, al que ahora no soy fiel. Muchas veces quiero ser la de antes, quiero cambiar, pero siempre llegan los viernes a la noche.
Ya nadie reconocería a esa nena. Yo sí. Sé que aún la llevo adentro y por algo me arrepiento, pienso, reflexiono, siento, cambio. Cambio? No, eso lo dejamos para más adelante...
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